Hoy comienza el segundo siglo de ese gigante de la literatura del Perú y de América Latina que fue Ciro Alegría.
Ciro nació el 4 de noviembre de 1909 en la hacienda Quilca de su familia, en Huamachuco, provincia de Sánchez Carrión, La Libertad. A los siete años fue a vivir en la hacienda Marcabal Grande, que era de su abuelo. A los nueve años de edad recorre los andes a caballo, para estudiar en el Colegio San Juan de Trujillo, donde fue alumno de un personaje inolvidable: César Vallejo.
En el colegio secundario funda más tarde un periódico e inaugura una trayectoria periodística. Memorable es el reportaje en el cual el adolescente Ciro se disfraza de médico para entrevistar a un preso político apaleado e incomunicado.
Fue uno de los jóvenes intelectuales que se incorporaron al Apra en la etapa naciente. En La Tribuna escribía una columna en la que sostenía claras posiciones antioligárquicas y antiimperialistas, incluso atisbos de una política de frente único respecto a los comunistas.
Fue aguerrida su militancia aprista. Participó en alzamientos. En los días de la insurrección de Trujillo estuvo a punto de ser fusilado. Sufrió prisiones, torturas y, finalmente, destierro: por participar en una conspiración.
En Chile, en el exilio, creó sus principales textos narrativos, en particular El mundo es ancho y ajeno. Pertenezco a la generación que leyó esa novela cuando era un libro prohibido. Nunca antes o después ha ocurrido eso con una obra literaria. En la sección nocturna del Colegio Nacional Alfonso Ugarte circulaba la edición interdicta, sucia de manos diversas.
Creo que esa obra presenta la epopeya de comuneros y mineros en una fase, no de defensiva, sino de contraataque; no de padecimiento pasivo, sino de osado coraje.
Yo tenía 15 años cuando leí por primera vez la gran novela. Recuerdo que me estremeció la escena del capítulo XIII en la que el gringo socialista Jack y su ayudante encabezan el entierro de ocho mineros asesinados por la represión. Ambos entonan un canto que sólo ellos conocen. “Era un canto bronco y poderoso que azotaba el desfile como un viento cargado de mundos”.
Era, sin duda, La Internacional.
Como Stendhal, quien pronosticó: “Ganaré mi juicio en apelación”, Ciro arriba en buena salud a su nuevo siglo. Hoy le rinden homenaje hasta quienes ayer lo negaban o calumniaban. En la izquierda radicaloide han circulado revistillas que se apropian de las injurias del Apra y la derecha cavernícola contra Ciro. Hasta insinúan que apoyó la represión contra el Apra, tras el fracaso de la insurrección del 3 de octubre de 1948.
César Lévano. (Diario La Primera - 04-XI-2009)
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