FIC, LA CALIDAD LITERARIA QUE UN VIENTO ZORRO SE LLEVÓ
Su primer libro se vendió como pan caliente, especialmente en los colegios donde él trabaja. Pero cuando anunció, muy orondo, que su libro iba a ser lectura obligatoria en el tercer grado de primaria, francamente, me dio un escalofrío. Porque una cosa es que los profesores que exigen la lectura de ciertos libros estén en el limbo y otra muy diferente que un escritor sea cómplice de una aberración.
Entonces, Jorge prometió escribir un libro para niños.
Tres días después se jactaba, ya, de haber escrito un extraordinario libro en un tiempo muy corto. Y al mes siguiente ya estaba publicado y presentado. Y justo hoy lo tengo frente a mí y me sigue dando el mismo escalofrío.
En la página 9 del libro en mención se lee: Su casa, era una cueva amplia y ordenada: tenía una puerta muy bien disimulada entre las plantas de zapote. La pequeña residencia tenía forma de bota (…) La primera rareza del libro es esa coma que antecede a la forma verbal era. Es la “coma criminal”, según don Jorge Chávez Peralta. Criminal porque mata la entonación y la destruye completamente. La segunda rareza, por supuesto es el poder de transformació n de la casa que es amplia y pequeña, al mismo tiempo y en un mismo párrafo.
En la misma página, tercer párrafo, dice: La familia de Fic permanecía en casa solo durante la siesta, por las noches y cuando se presentaba algún peligro. La mayor parte del día, por lo tanto, permanecían fuera (…) La familia permanecía ¿solo o sola? O ¿permanecía sólo –solamente- durante la siesta…? Y, la familia ¿permanecían fuera la mayor parte del día? ¿No es “familia” un sujeto en número singular?
El párrafo que sigue arranca así: Rodeaba la casa de Fic, un campo hermoso. Ellos vivían cerca a unas colinas de arena blanca (…) ¡Qué forma tan romántica de destrozar la gramática! Y ¿no hubiera sido mejor decir duna o médano en vez de colina? Sobre todo porque en la contraportada se lee: Fic ─un zorrito muy inquieto─ vivía alegremente entre pájaros, árboles y arena blanca, mientras que en la página 16 podemos leer: Fic se acomodó en la tierra fresca y la ardilla Fany empezó su narración (…) ¿arena o tierra? En el contexto, estas dos palabritas aluden a dos cosas muy diferentes: el desierto y el bosque. Además, el zapote es un árbol que crece no precisamente en los desiertos.
El segundo párrafo de la página 10 dice: Como toda nuestra vida está llena de sueños, Fic tenía uno (…) Una relación sintáctica interesante para cualquier generativista de épocas modernas, sin duda.
Cuando Fic hubo partido, Un canario trinó anunciándole la partida (Pág. 14). Este canario anuncia algo que ya pasó.
Y, para avanzar, en la página 23 podemos leer: Fic había corrido mucho y llegó hasta él, sin saber cómo cruzarlo, era verano: estaba repleto; arrastraba palos y rugía como un animal herido. Y, más abajo: Tuvo tan mala que no cayó sobre las ramas sino en las turbulentas aguas del río. Debemos suponer que la mala era la suerte o, tal vez, el Alzheimer.
Y el libro sigue así, con gruesos errores ortográficos, de concordancia y de estructura gramatical.
Además, hay algunos otros elementos que no concuerdan o que no están dentro de los parámetros de la literatura infantil.
Uno de ellos es el machismo. Cuando Fic decide hacer cosas por sí mismo, mientras la madre se opone, el padre, en su función de macho, desdeña la autoridad materna y apoya al hijo, macho también: ¡Ya, ya!, Tutu, no aturdas al pequeño con tus enrevesados pensamientos ¡ve hijo, ve! (Pág. 13).
Otra de las situaciones contradictorias la constituye la acción de la desobediencia a los padres. Ésta se celebra o se reprende, según el devenir de la historia y no de acuerdo a una meta concreta. Así, Fic se evade del hogar y sólo se acuerda de la desobediencia cuando está en peligro. Al final, sin embargo, la suerte siempre termina por favorecerlo y siempre termina por salir triunfante ante el peligro.
Ese es el hilo argumentativo, por ejemplo, de El bagrecico, de Izquierdo Ríos, aunque las diferencias de calidad y estilo anulan cualquier posible acercamiento entre ambas narraciones. De todos modos, a largo de muchas páginas, Tume hace desesperados esfuerzos por acercarse a este clásico de la literatura peruana.
Y hasta los niños-personajes, al entonar aquella vieja canción infantil, dicen Vaca Sagrada, en vez de salada, que es la versión oficial. ¿Será esa una manifestación de megalomanía inconclusa? ¿O un inconsciente afán de apropiación o expropiación?
En resumen, ahora no me cabe ninguna duda que el escritor Tume hizo su libro en menos de tres días. No estará en el libro de récords seguramente, pero entrará por la puerta grande en el mundo de las lecturas infantiles, sobretodo porque ya se está vendiendo como “un gran libro para niños”.
Y luego nos incomoda el hecho de que tengamos los casi peores alumnos lectores en el mundo. En el mundo en que todo se compra, todo se vende. Libre mercado, que le llaman.
Fic y la rebelión de los niños
Ediciones Altazor, 2009.
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